En Paraíso queremos acompañar las obras de la programación con ideas que permitan profundizar los lenguajes artísticos. Por eso inauguramos esta sección de Abordajes, que todos los meses va a acompañar el estreno del mes y se suma a los desmontajes y las acciones que llevamos adelante para construir pensamiento sobre las artes escénicas.
No quiero ir a la luna,
a mí me gusta acá,
a mí me gusta acá,
a mí me gusta acá.
Quiero caminar por
las calles de Buenos Aires.
Federico Peralta Ramos
En Viaje a pie Fernando González dice que “para no cansarse hay que descubrir nuevos ritmos, ajustar a ellos nuestros pasos”. Esa es la invitación que hace Paraíso Club –de la mano de Aliana Alvarez Pacheco y Florencia Lavalle– en enero: una invitación a torcer el rumbo, a cambiar el ritmo, “a percibir las innumerables escalas combinadas de tiempo y espacio que atraviesan los territorios” (1). Una invitación a mirar el paisaje: “cada día el paisaje es el mismo / pero cada vez que lo miro suma / una nueva capa” (2). A encontrarnos con la realidad: “Puede ocurrir que la realidad / se presente de improviso. / Por ejemplo mientras camino” (3). Una invitación a escuchar las vibraciones del espacio: “Todo arte es el arte de escuchar” (4).
Aliana Álvarez Pacheco y Florencia Lavalle trabajan en el campo de las artes escénicas y la gestión cultural y vienen desarrollando experiencias de trabajo en el espacio público desde las artes escénicas. Aliana realizó con Silvia Gómez Giusto el proyecto Ciudades en escena y, en 2023, junto con la Fundación Amigos del Museo de Bellas Artes, presentaron Un paisaje para mí, que formó parte de la programación de Paraíso. Con Florencia Lavalle, pensaron Jardín sonoro, una propuesta que plantea dramaturgia, actuación y espacio escénico. Pero una dramaturgia que habita en el cuerpo de lxs espectadores, una actuación que se hace presente sólo en la voz de las actrices y un espacio que no es la sala teatral, es un jardín, un espacio emblemático de la ciudad de Buenos Aires.
Lejos de sacar el teatro a la calle, Jardín sonoro busca en la calle –y, más específicamente, en el Jardín botánico Carlos Thays– una forma de teatro. La propuesta es, entonces, la de generar una reflexión profunda sobre los cruces entre el espacio público y el teatro, y sobre las formas en las que el paisaje interviene en el lenguaje.
¿Qué pasó cuando se rompió la cuarta pared?, esa membrana imaginaria que separaba el escenario de la platea y confirmaba la ilusión teatral. Desde las vanguardias históricas del siglo XX, que en el teatro tuvieron como grandes representantes a Vselevold Meyerhold en Rusia y Antonin Artaud en Francia, los pensadores de la escena buscaron romper la disposición de la sala a la italiana para generar una relación con la audiencia que fuera horizontal y también integrada. Meyerhold llegó a construir con la escenografía puentes o pasarelas, pensadas como arterias que comunicaban con la platea para suprimir la separación entre público y escena. Pero va a ser recién con el “giro performático” o el llamado arte de acción, ese nuevo género que atravesó a todas las disciplinas artísticas, haciendo de la obra de arte ya no un objeto sino un acontecimiento, que esa cuarta pared se va finalmente a demoler. Ya en la década del 50’ el artista Alberto Greco caminaba por la calle y dibujaba la silueta de los transeúntes con una tiza afirmando ese recorte de lo real como obra de arte. Cuando se tiró abajo la cuarta pared, nació el site-specific, ese trabajo diseñado para que suceda en un espacio en particular, que implica una relación única con el lugar. Si la obra se mueve del sitio específico para la que fue diseñada, pierde su esencia. Por eso, un nuevo espacio supone entonces un nuevo sentido, una nueva relación con el cuerpo y con el lenguaje. En ese linaje se inscribe Jardín sonoro.
Para pensar otras experiencias escénicas de sitio específico, con una relación particular de los cuerpos, el espacio y la voz, pensamos una serie de obras del dramaturgo y director inglés Tim Etchells, con su obra Neones. Tim Etchells dispone de una serie de frases en el espacio público hechas con neones. Esas frases son fragmentos de diálogos sacados de contextos y recolocados en el espacio público que se dirigen directamente al espectador.
La frase nos arrastra en un segundo a otra narrativa, nos saca de nuestro ritmo habitual, y nos invita a completar el sentido. La frase, una dramaturgia en miniatura, nos implica en una formulación lingüística ambigua. Es un segundo, un encuentro, un cambio de ritmo, que nos saca de la vida automatizada y nos lleva a un nuevo campo de sentido.
Otra serie de trabajos que dialogan con el sitio específico es el del grupo alemán Riminí Protokoll, que desarrolló Remote, una obra pensada como una audio guía en la ciudad, que nos invita a recorrer desde una nueva oralidad los espacios que habitamos todos los días.
En Argentina, tenemos muchos trabajos que podríamos citar en este abordaje. Desde las performances de la Organización Negra en la calle Florida, o la Tirolesa, a La Marea de Mariano Pensotti o algunos trabajos de Agustina Muñoz, entre muchxs otrxs artistas que exploran la relación del teatro y el espacio público. Como lo piensa Laura Garaglia, se trata de “la forma en que una ciudad crea su narrativa dramática, a través de su historia teatral, sus figuras, sus proyecciones y sus emblemas”.
Teniendo en cuenta estas referencias, hay algunas preguntas fundamentales que atraviesan a Jardín sonoro y son: ¿Qué relaciones creamos con los espacios? ¿Cómo impacta la oralidad en nuestra vida? ¿Qué memorias narrativas conservamos?
Buenos Aires y sus espacios. Desde Paraíso salimos a la ciudad y nos sentimos en sintonía con ese sentimiento de Tamara Kamenszain en una carta a Margo Glantz: “estamos contentos, adoramos esta ciudad que provoca deseos interminables de caminar”.
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