Escribir en el espacio, por Aliana Alvarez Pacheco y Silvia Gómez Giusto
BOLETÍN #30
A mediados de los años 80, cuando Palermo todavía no era Palermo sino un simple barrio de casas bajas, imprentas y talleres mecánicos, el papá de Aliana se enamoró de una esquina con una casa destruida de la que solo quedaba el frente, pero que tenía un enorme árbol de palta que atravesaba el pasaje Soria de lado a lado. El dinero que tenían no alcanzaba para comprar el terreno, pero era tan fuerte la atracción que generaba ese árbol en él, que ninguna otra casa le interesaba: quería que vivieran ahí y hacia allí fue. Hizo una oferta que fue rechazada, luego otra que corrió la misma suerte y hasta sus amigos se hicieron pasar por posibles compradores, aprendieron un guión mínimo y ofrecieron aún menos plata para que su oferta pareciera mejor. Por fin, nunca sabremos si gracias a este artilugio o qué, lo consiguió: la casa fue suya.
Fueron años de construcción, crisis económica, incertidumbre e hiperinflación, hasta que finalmente se mudaron. El diseño de la casa se acomodó al árbol de palta, torciendo su estructura con un hueco específicamente diseñado para él, una ventana por donde mirarlo pasar las estaciones y un espacio para que sus ramas cayeran y regaran de paltas el pasaje.
Quienes trabajamos en obras de sitio específico tenemos algo de arquitectos. Construimos obras en el espacio, trazamos planos, elegimos aquellos rincones que nos atraen por su luz, pero también nos acomodamos a las dificultades que cada espacio trae: sus flujos de gente, sus ruidos, sus lugares intransitables. Al igual que los arquitectos, imaginamos cómo intervenir espacios que ya existen para habitarlos –aunque sea por un rato– de un modo distinto y así cambiar nuestro modo de estar en ellos. El investigador y teatrista brasileño André Carreira nombra estas prácticas como teatro de invasión, un teatro que ocupa la ciudad, que dialoga con ella y con lo que ella trae, interviniendo diferentes zonas y resignificando el espacio público. Dice Carreira: “Invadir es producir fracturas momentáneas en los flujos y a partir de ese lugar proponer también nuevas posibilidades para la ciudad”.
Hace meses que estamos encontrando nuestra nueva obra entre las manzanas que forman la isla de La Paternal. Hace meses que caminamos, tomamos distancias, mapeamos, miramos los buzones de las casas, las decoraciones de algunos frentes, leemos cada escritura vandálica, volvemos a pasar por los mismos lugares una y otra vez, con sol, con nubes, en verano, en otoño, conversamos con los que viven y con quienes nacieron ahí. Hace meses que hacemos el trabajo de ir del exterior al texto y del texto al afuera otra vez, como si saliéramos a recolectar para volver a nutrir lo que estamos creando.
La obra que preparamos, como la casa que soñaba el papá de Aliana, no podría suceder en otro lugar. Porque aunque no esté hecha de ladrillos ni tenga un árbol de palta que la sostenga, su construcción está anclada en la isla de la Paternal. Una parte de la ciudad cercada, que existe detrás de, y, quizás por ello, la obra puede ir ocupando las calles a la vista de todos y las actrices pueden pisar las calles como un escenario inmenso que ningún teatro podría albergar.
En los edificios que ya no están pero dejaron huella, en los que estuvieron llenos de vida y se les está quitando todo rastro de vitalidad con elucubraciones inmobiliarias. En los talleres de artistas, los depósitos, los talleres mecánicos y en los negocios que cerraron. En la cooperativa de cartoneros y el dinero recolectado para la recuperación de un bar con el que el propio dueño se fugó. En todos esos lugares se cimenta y crece nuestra obra, y desde ahí, esperamos nuestro encuentro con ustedes.
WEB
Aunque todavía no pude ir a ninguna de sus caminatas, la propuesta me parece preciosa para seguir explorando de un modo distinto nuestra ciudad. Desde 2012 este grupo pasea por los barrios descubriendo saberes sobre árboles frutales y yuyos comestibles. El nombre se explica por sí mismo: La ciudad nos regala sabores. Para abrir la mirada y empezar a ver eso que solemos pasar de largo, hay caminatas estacionales y otras para salir a explorar los sabores escondidos en los distintos barrios porteños.
PARA VER 1
Dos películas: FRANCES HA y LADY BIRD
Mi hija adolescente llora porque un día va a ser adulta, también se siente poderosa y está sedienta de todas las pruebas que pueda tener ahí afuera, ahora que sale al mundo soltándome la mano. Por eso traigo estas dos pelis, Ali me recordó mirar Lady Bird cuando yo lloraba, después de que mi hija lloraba, en esta cadena de cuando la vida empieza a doler. En el proceso de creación de nuestra obra nueva hablamos mucho de los procesos de crecimiento y transformación, de dejar de ser hija única, de dejar de ser niñas y que tu mundo fuera lo que vos quisieras imaginar. Estas dos pelis transitan con belleza y sensibilidad el ingreso a nuevas etapas haciéndonos algunos raspones en la piel. Lady Bird se puede ver en Prime Video, Frances Ha en MUBI.
PARA VER 2
Una serie: THE STUDIO
En un momento donde las plataformas parecieran sacar minutas con las recetas probadas y selladas de una franquicia, de pronto aparecen platillos para disfrutar como The Studio. Una serie que se ríe de la industria cinematográfica y de los niveles de bajeza y humillación a los que puede llegar cada eslabón. Cada episodio en sí mismo juega a fondo con el tópico que desarrolla y se permiten entonces ser uno muy distinto al otro. No hay fórmula en su estructura, sino que la estructura de cada episodio juega a lo que hace falta. Jugamos a que es una de suspenso una vez, otra a que el conflicto es la dificultad de lograr un plano secuencia y a su vez el episodio lo filmamos en un plano secuencia extremadamente virtuoso. Aplauso a sus guionistas: Seth Rogen (también protagonista), Evan Goldberg, Peter Huyck, Alex Gregory y Frida Perez, porque hacer reír es cosa seria y también un gran trabajo en equipo. Se puede ver en Apple TV o en Stremio.
CAMPO REAL
Hace un par de años unos amigos nos dejaron al cuidado de las plantas de su casa en el Barrio Rawson, un segmento especial y muy único del barrio de Agronomía. Son apenas algunas manzanas, verdes y silenciosas, que limitan con el Club Comunicaciones, la Facultad de Agronomía y la Avenida San Martín. La zona fue pensada como un barrio con “aire, luz y sol para los niños argentinos” por la Comisión Nacional de Construcción de Casas Baratas en 1915 y hoy es una isla urbana. Un barrio puramente residencial, con casas de estilo inglés y edificios de no más de tres o cuatro pisos, en uno de los cuales vivió Cortázar antes de irse a París. Durante algunas semanas caminé por sus calles después de regar las plantas y me sentí paseando en otra ciudad. Lo recomiendo.
RECUERDOS
Babilonia
El Parakultural no me tocó vivirlo, era muy chica cuando la democracia volvió, y ese lugar era la cuna de la escena porteña, pero los noventas me agarraron saliendo al escenario y uno de ellos fue el de Babilonia. En medio del Abasto, un depósito de bananas de varios pisos se transformó en el laboratorio de la contracultura de esa década. El periférico de objetos, Eduardo Pavlosky, Paco Gimenez, Laura Yusem, Javier Margulis, Vivi Tellas, Inés Sanguinetti, Guchi Lesgart, Las Iguanas (La compañía que tenía con Andrea Servera, Fabiana Capriotti y Cecilia Troncoso), Spregelburd, Garrote, Melingo, Leo Masliah y hasta Charly García salíamos a escena. Allí se rompían bordes y se performaba en el escenario, en el bar, en el restaurante o sobre Guardia Vieja, cuando también se tomaba la calle.
Fueron 10 años donde nos sentíamos reuniéndonos en una auténtica usina de las artes y donde se esparcieron semillas que dieron origen al circuito de salas independientes al que hoy seguimos asistiendo en los barrios de Abasto y Almagro. Babilonia fue un corazón de esos fuertes como es el de Paraíso.
LO QUE VIENE
En julio, Paraíso estrena una nueva obra: Atlas de un mundo imaginado, de Silvia Gómez Giusto y Aliana Alvarez Pacheco.
Atlas de un mundo imaginado es una obra de recorrido por la isla de la Paternal. Dos hermanas reconstruyen a través de cartas su propia historia y la del barrio.
Ana y Emilia siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas. Emilia decidió quedarse viviendo a orillas del tren, el cementerio, el Albergue Warnes y el Hogar Garrigós. Ana, en cambio, salió en busca del mundo.
Con la actuación de Laura Nevole, Vanesa Weinberg, Camila Blander y Valentina Werenkraut, esta obra de sitio específico explora cómo el territorio escribe en la historia personal, como el barrio y la memoria histórica se entrelazan.
Las funciones se realizarán en Casa Gómez (Yerúa 4962, CABA) en las siguientes fechas: 12 de julio a las 16h, 13 de julio a las 14 y a las 16h, 19 de julio a las 15 y a las 17h, 20 de julio a las 16h, 26 de julio a las 15 y a las 17h y 27 de julio a las 16h.