“Mi arte es ser yo”, leo que escribió el poeta portugués Fernando Pessoa. La frase me mueve, tiene algo de canción. La escucho. “Mi arte es ser yo”. Los verbos se enredan en el centro y anudan “mi arte” y “yo”. ¿Quién protagoniza?: ¿es? ¿ser? ¿mi arte? ¿ser yo? La busco y leo en portugués original: “A minha arte é ser eu”. La digo, me grabo y la escucho. “A minha arte é ser eu”. La tilde en la “é” enhebra las partes, semeja una antena. Con la “u” final la frase se eleva, hace un malabar con la verdad, irrumpe como vertiente y se aleja.
Anoto frases como esa en papeles que pego frente a mi escritorio. He ahí una forma del trabajo cotidiano, diario. Durante los últimos meses se destacó entre esos bocetos, títulos, claves, “retazos”, el dibujo de un cuarto de paredes marrones y piso colorado. La malograda perspectiva deja ver, al fondo de la habitación, que una cortina cuelga de un extremo superior al otro de una abertura. Un pequeño teloncito que con sus flecos pretensiosos me recuerda a la casa de mi abuela; la infancia: el teatro doméstico de aprender y de crecer. El dibujo, ahora despegado y guardado en una carpeta de cartón, es el retrato del espacio mendocino en el que hace más de un año ensayo lAs ciMAs, la pieza que escribí en el invierno de 2020 y que en unos meses compartiremos en Paraíso.
Otros papeles pegados en la pared de mi estudio rezan:
La seducción es imperialista.
Esta mañana estoy organizando el futuro.
La materia me tiene harto.
Pensar de noche.
Lo grande se vacía, lo pequeño arde.
Mamarracho.
El trabajo cotidiano es diario por constante y eso lo hace verse siempre en huida, enraizado al ahora. Cualquier intento de descripción fiel fracasa. Eso pasa con bastantes más cosas, a veces pareciera que con casi todas. Decir: está pasando esto, o pasó, tiene algo de fábula, de haiku, de poema. Es, como el teatro, el retrato de un instante, algo tan cierto como fulgurante y frágil.
Tengo una gran desconfianza en el lenguaje, siento que debo poner distancia de él, extrañarlo y extrañarme. A veces para trabajar grabo notas de voz. El énfasis que la circunstancia da al grano de mi voz encuadra ese extrañamiento, ubica el lenguaje en un lugar (en mi cuerpo). Traigo las palabras al mundo, las digo y les obsequio un lugar, las pongo en escena, les doy un contexto. Hago teatro.
Hoy escribí (me dije): El mundo contemporáneo me disgustó siempre, lo sorprendente es empezar a necesitar comunicarlo.
Es que decir, con disgusto o sin él, encarna una imposibilidad. En su poema Autocrítica, Joaquín O. Giannuzzi lo dice con maravilla: “No encuentro un personal sistema de lenguaje /Quiero decir un acto de escritura / Que mis contemporáneos interpreten adecuadamente mal”.
Quizás lo que pueda nombrarse (decirse, escribirse) sea ese movimiento entre la voz y las cosas, o de la voz hacia las cosas. Porque la palabra escrita suena a cada lectura, cuelga o flota sobre la tierra, es algo que el viento empuja, que se traslada. La palabra, escrita o dicha, es una cosa. Puede regalarse, exhibirse, moverse. Moverse en un sentido, moverse en una dirección. Mario Montalbetti, el poeta peruano, lo explica así: dirección «como cuando decimos “el sentido del tránsito”, / la forma en la que se mueve algo». Algo se mueve, las palabras se juntan, y ya son cuerpo: alguien que lee, alguien que escucha. Un teatro de estatura concreta. Cuerpos en riña, en cópula, bailando en un salón que parece un cráneo. Un teatro transparente. Un teatro escala frase. Palabras. Un umbral que devuelva a la infancia.
PARA ESCUCHAR
Kevin Simón Mancera Vivas es un artista colombiano que vive en Holanda. Dibuja, pinta, crea situaciones cercanas a la performance para habitar su obra y tiene un programa de música que se llama Radio Volcán Mudo. Lo conocí por un libro muy lindo que recoge la experiencia de su proyecto La felicidad, dibujos y fotos surgidos de su recorrido por lugares de latinoamérica que se llaman “Felicidad”. El modo en el que su obra vincula vida y creación me seduce, noto en él algo admirable. Desde su página en internet, Kevin comparte ratos de música comentada por él en una voz calma y a veces casi susurrada. La reunión de sonidos que consagra es siempre diferente, sorprende; algo de su mirada del mundo se cuela entre lo que suena como respiración suave. Cada vez que escucho sus programas siento algo íntimo, dedicado. Hay uno dedicado a los animales que se llama Caballito blanco y cada vez que lo escucho me alegra el día. Prueben.
CAMPO REAL
Parque Chas
Cuando las restricciones de la pandemia comenzaron a menguar, adquirí el gusto de salir a caminar por las calles circulares de Parque Chas. Ubicado a una distancia considerable de mi cueva, la empresa exige unas horas de distención y calma, el acceso a un territorio cercano y misterioso. La ausencia de comercios en un barrio de casas bajas y el silencio fuera de lo común para tratarse de un barrio pequeño cercado por las avenidas De Los Constituyentes, Triunvirato, Chorroarín y la calle La Pampa, hacen que pasear por Parque Chas sea un trance meditativo. Ideal para dejarse llevar por el pensamiento, despertar la percepción y jugar al flâneur. Además, desde hace un tiempo, inauguraron en el corazón del barrio, una librería delicada que es una parada oasis: MalaTesta libros, en Gandara casi Andonaegui. Dense una vuelta, nunca más literal, para pensar en algo que los aqueje o emocione, y después me cuentan.
RECUERDO
Almuerzo en casa de Ludwig W., de Thomas Bernhard por Roberto Villanueva
Una mañana me puse de señalador del Diario de Gombrowicz la foto de una boca con fondo negro, imagen de una puesta de Not I, la pieza para boca de Samuel Beckett que deshojé de un catálogo de algún teatro o festival. Pero la cosa es que al abrir el libro, que es extenso y algo más grande que un ladrillo clásico, la boca estaba ahí, sensual y hablante, esperándome. Y ahora el libro habla. La vida, como el libro, está llena de escenas: furiosas, suaves, radiantes, confusas, oscuras. Esas escenas son secuencias que el teatro detiene; así, las recrea y las recuerda. Y hoy me asalta un recuerdo que vuelve como constante: cuando fui a ver Almuerzo en casa de Ludwig W. (versión en español de la pieza Ritter, Dene, Voss) de Thomas Bernhard dirigida por Roberto Villanueva al Teatro San Martín. Corría el año 1999 y mi cuerpo ostentaba apenas 17 años. Escribo esto y una humedad sube por mi cráneo y se concentra en los ojos. Ay, si la hubieran visto; era de una crueldad maravillosa, irreverente, musical. Rita Cortese, Tina Serrano y Alejandro Urdapilleta (amor inmenso y brindis en su memoria) eran hermanxs y su duelo de intensidades era extremo, puro juego y riesgo en una dinámica que llamaría magistral. Recuerdo a ese trío mágico esta mañana que no es aquella en que puse la boca de señalador en el libro ladrillo, sino esta: ahora, ahora que es mi ahora de ahora y es el tuyo, el ahora de quien lee, al abrir el Diario de Gombrowicz sentado al sol y que no leo porque recuerdo. El tiempo es una madeja. Para mi coraza joven, esa función, la última de la temporada, fue una explosión y un faro. Recuerdo el cuerpo de Villanueva con su bastón, recibiendo los aplausos con humildad junto a sus bestias intérpretes. El aprendizaje fue definitorio: la dramaturgia es música, la actuación energía, inteligencia, juego y estado, el espacio un organismo vivo que narra cuando se transforma, y el teatro una forma de erotismo salvaje, primitivo, una mirada sobre lo humano que reúne gracia y pena. Lo vivido esa noche sigue guiando mi trabajo, intento acercarme en cada obra al éxtasis aquel, encarnarlo o, al menos, como aquí y ahora, con vos, evocarlo. Qué regalo es recordar.
JULIO
Memes
Ríe quien se abrigue. Aunque julio traiga consigo la puerta abierta al invierno y para algunxs pueda ser sinónimo de reparo y vacación escolar, para mí, entregado a la época, julio es mi temporada de memes favorita. Es también el mes en que añoro el verano, en que imagino el hemisferio norte y gozo de planear lo que vendrá. Hay en julio y sus memes algo de bisagra, de renacimiento en el cobijo, es el tiempo de la imaginación, la hora de reír y de hibernar.
LO QUE VIENE
Este mes Paraíso recibe un super acontecimiento, el estreno de Sombras, por supuesto de Romina Paula en un nuevo trabajo con la compañía El Silencio. No quiero adelantar nada para que la sorpresa sea total, pero puedo decir que, en diálogo con la obra de Rainer Werner Fassbinder, la obra trafica una emoción particularísima, que dialoga con nuestro presente con poesía y muestra sus cartas con honestidad y misterio. Ojalá les encante tanto como a mí. Nos vemos en ArtHaus.