Ariel Farace es dramaturgo, director, docente de dramaturgia y uno de los grandes pensadores de la escena contemporánea. Escribió y dirigió muchas obras singulares, personales, que no se parecen a nada, que no repiten ningún cliché teatral. Y, sin embargo, todas esas obras son consistentes entre sí, tienen un estilo que le es propio, las obras de Ariel Farace fueron construyendo a lo largo de todos estos años una verdadera poética teatral.
Dentro de la historia del teatro de nuestro país, el teatro independiente se fue consolidando como un territorio directamente ligado a los procesos de experimentación y de búsqueda de lenguajes. Desde la fundación del Teatro del Pueblo en 1930, como espacio de innovación, fomento y difusión de lo que Leónidas Barletta llamaba “teatro arte”, las experiencias del Di Tella, hasta la escena de los 80’ y los 90’, el teatro independiente se caracterizó por ese lugar de investigación y riesgo que convirtió al teatro en un campo de pensamiento muy poderoso dentro de la cultura argentina. En ese linaje podemos pensar a Farace, en el de las preguntas y disputas estéticas. Fue parte de la Carrera de Dramaturgia fundada por Mauricio Kartún en la Escuela Municipal de Arte Dramático, estudió y trabajó con Alejandro Tantanian, entrenó con Pompeyo Audivert, entre muchos otrxs maestrxs. Pero también se formó en los teatros, con sus actores, en los ensayos, entrenamientos, en las lecturas de materiales de sus alumnxs, en las noches de ir a ver a Urdapilleta o de largas horas de lecturas de poesía, de seguir la trayectoria de directores amados como René Pollesh y de discutir en bares, en tertulias, a la salida de los teatros, de pensar y volver a pensar las preguntas que atraviesan la escena: ¿Qué hacemos acá? ¿Qué vincula tan fuertemente al teatro con la vida y a la vida con el teatro?
Las obras de Ariel Farace proponen relatos corridos del realismo, con detalles del género fantástico. Sus obras combinan poesía, actuación y música. Las obras exploran la palabra, en su sentido, como en su sonoridad. Dentro del campo del teatro posdramático, el trabajo de Ariel Farace experimenta con el lenguaje como una materia autónoma, es decir, desligado del sentido lingüístico exclusivamente. La palabra pasa por el cuerpo, la palabra suena, la palabra construye cadencias. La sintaxis es ritmo. Todo ese trabajo con la palabra produce un extrañamiento que nos despierta de la automatización del lenguaje, nos hace oír, nos trae una nueva conciencia sobre el sentido.
“Si lo pensas, todo enseña”, “la gracia explica la gracia, el dolor explica el dolor”, “el amor físico es pura imaginación”, “a cada pueblo un poeta dice el artista, a cada crimen un castigo responde el pueblo”. Esas son algunas de las frases de lAs ciMAs, la obra de Ariel Farace junto a un grupo de artistas de Mendoza, que estrenó Paraíso en la programación de 2023. Algunas de esas frases fueron carteles que muchxs tenemos pegados en nuestras paredes. Ese poema visual que sale del mundo de la obra para habitar en nuestro día a día. Y al revés, ese día a día, que Ariel toma para mirarlo con una distancia amorosa que entra a la escena como poesía.
El extrañamiento sobre el mundo cotidiano se encuentra en el centro de sus relatos así como una mirada poética sobre el mundo y sus posibilidades. Muchas veces las obras se organizan alrededor de un elemento fantástico que pone en evidencia que la realidad también es una construcción.
Los esclavos atraviesan la noche es la nueva obra que estrena Paraíso en su programación 2024. Un trabajo que reúne a actrices y actores de distintas trayectorias, de distintos lenguajes de actuación, de distintas generaciones: Elvira Onetto, Florencia Sgandurra, Max Suen, Rosario Varela y Juan Manuel Wolcoff. Celia Argüello Rena colabora con la coreografía, Valentina Liernur con el vestuario, Matías Sendón con las luces y Ariel Vaccaro con el espacio, Mia Miceli asiste a la dirección. Cada rubro es un elemento autónomo del lenguaje que construye Farace. Cada elemento se vuelve particular, cada elemento narra. Narra la actuación, narra la música, narra el espacio, narra el vestuario, narra la luz. Esa trama de elementos y materiales propios del teatro posdramático, que Ariel Farace toma, para mirarlos y encontrarles un nuevo sentido.
Los esclavos atraviesan la noche es una obra nocturna, en la tradición de la noche, de lo que se oculta y lo que se revela, lo que se reprime y lo que se escapa. Un grupo de artistas callejeros llega a un campo que fue en el pasado un campo de concentración. Su patrona sigue al mando, rodeada de fantasmas y con un lacayo que elige seguir sirviéndola, en una relación de explotación casi sádica que organiza el relato. Es una larga noche, y esos artistas que llegan sin saber dónde están, se van a ver capturados en una trampa que se revela como destino. La obra trabaja sobre la naturaleza de la crueldad, que muchas veces se disfraza de inocencia.
Los esclavos atraviesan la noche pone en escena la naturaleza del juego y de la mirada, lo que domina y lo que se somete. La obra contrasta la poética de los textos con la violencia de los cuerpos que los portan. En esa tensión, el tiempo de la noche se vuelve cada vez más espeso. La dirección combina lenguajes, entre el teatro popular, el teatro de calle, la poesía y la música. La mirada extrañada revela detalles a cada momento, revela la materia del tiempo y de los cuerpos, la densidad del lenguaje, la forma de las miradas. La mirada extrañada hace que la experiencia pase por el cuerpo del espectador, que se vuelva más nítida. En definitiva, más viva.
Los esclavos atraviesan la noche no es sólo un relato, es una experiencia de lenguaje, de cuerpo y de espacio, que enhebra lo siniestro, el humor y la poesía, una experiencia del sentido de la crueldad y de los fantasmas que habitan lo nocturno de nuestra vida contemporánea.