Poner en movimiento todo: Un abordaje a Arcadia, de Ana Laura Lozza & Bárbara Hang
ABORDAJE #11
Las cosas pueden ser de otra forma. Ese pensamiento sea quizás una piedra flotante en la que se apoya la utopía; también la noción de impermanencia y la gratitud por el instante. Practicar la posibilidad de otras formas posibles es, sin dudas, un ejercicio de supervivencia y un hacer político y poético. Saber que incluso aquello que creemos establecido, fue distinto tiempo atrás; y seguro cambiará. Y que aquello que añoramos como comunidad puede ser practicado y materializado incluso en los momentos más hostiles. Todo muta y todo está expuesto al cambio. Esto que va en contra de la educación de la permanencia en la que nos criaron, es la ley de la vida.
Arcadia, de Ana Laura Lozza & Bárbara Hang es una obra sobre la posibilidad de construcción colectiva, un juego y una práctica del hacer como prueba de posibilidad infinita.
El título de la obra remite a ese lugar imaginario que aparece en muchos mitos, cuentos populares y poemas de la antigüedad. Arcadia era un poblado utópico donde un grupo de pastores vivía en armonía con el entorno, donde había acuerdos y búsqueda de colaboración. En la obra de Lozza y Hang con ese nombre, un grupo de intérpretes mueven objetos que nunca quedan fijos en una estructura por demasiado tiempo, prueban distintas posibilidades de un espacio, e intentan construir juntas a partir de diferentes consignas y propuestas. El hacer está en el centro de la escena, un hacer como práctica de disponibilidad ante lo que cambia, un hacer como forma de ejercitar el movimiento de las cosas y de las ideas. Arcadia trabaja y juega con la noción de movimientos que son siempre colectivos y que implican y afectan a otrxs.
Me acuerdo de la primera obra que vi de Bárbara Hang y Ana Laura Lozza. Se llamaba Eso que es la cosa y durante treinta minutos, un solo cuerpo en el espacio no dejaba de temblar. Era un solo que hicieron Bárbara y Laura y que fue interpretado por cada una de ellas en distintas ciudades pero que contemplaba al cuerpo de la otra aunque no estuviera presente: un solo de danza creado por dos personas que nunca compartieron el mismo espacio físico. Un solo de danza coreografiado de a dos a la distancia. Una podría pensar que ahí también estaba presente la utopía del encuentro aún en la ausencia, la noción de que lo que vibra en un lugar, reverbera en otro.
Bárbara y Laura viven en ciudades distintas, una en Buenos Aires y la otra en Berlín y vienen haciendo obras juntas hace quince años. Con esa distancia como posibilidad de cercanía y los ecos y preguntas que cada una trae del lugar que habita. Sus obras tienen formas diversas, pero siempre resultan de una serie de prácticas que ellas mismas crean. No surgen a partir de una composición estética ni narrativa, sino a partir de un concepto a investigar, de una serie de ejercicios que se vuelven prácticas en la medida en que son explorados por ellas mismas a lo largo de un tiempo determinado de ensayo. Asumen las obras como procesos de investigación en los que los cuerpos descubren cosas de sí mismos que desconocían. Las obras como posibilidad de practicar otras corporalidades, otras intensidades, otras formas de tiempo, otras formas de estar y ser.
Mientras escribía y repasaba las obras que vi –casi todas varias veces– pensaba que esa distancia física entre ellas, se vuelve también tema de su investigación: explorar distintas maneras de encuentro. ¿Cómo nos reunimos? ¿Para qué? La idea de reunión está explícita e implícitamente presente en muchas de sus obras. Ese vivir juntxs que tanto cuesta, en las obras se vuelven ejercicios. Un círculo de sillas en el que se cuentan distintas historias posibles, un círculo de sillas con una palangana con agua en el medio en el que los participantes usan un jabón hasta el final. Un círculo de sillas en el que se van hilando consignas e invitaciones a hacer. Un dúo que intenta ir a tiempo en una coreografía sabiendo que cada cuerpo tiene su propio latido y que aún así hay posibilidad de encuentro en la diferencia. La reunión como el encuentro de personas en un espacio y tiempo determinado. La reunión como forma de relación que incluye la falla, el desencuentro, el choque y también la suavidad y la espera.
Dejar que aparezca el disenso es también parte del ejercicio de la construcción colectiva. Ese lugar en el que lo que viene de afuera no es lo que esperaba, no es lo que me complace e incluso me incomoda y me hace recalcular. Y que también puede enseñarme a salir de mi misma y encontrar lugares más amplios de encuentro. La traducción de un cuerpo a otro cuerpo es un gran ejercicio de convivencia y de encuentro con la otredad, la traducción no sólo en palabras sino en movimientos, en gestos, en proposiciones, en deseo y en silencios también. ¿Cómo nos relacionamos? ¿Cómo hacemos para suspender el sentido común respecto a algo y nos aventuramos a ir más allá? A inventar y probar otras maneras de estar juntas. El dúo de artistas que componen Bárbara y Laura, es el más que uno, todo lo que no soy yo, o que también soy yo, la otredad, la posibilidad de encuentro, de desencuentro, de pacto, de acuerdo, de descubrimiento mutuo en lo que compartimos y en lo que disentimos. El hacer con otrxs.
Las palabras aparecieron muy tempranamente en el trabajo coreográfico de Laura y Bárbara. Palabras como material capaz de ser coreografiado. En Arcadia la palabra es un iniciador, es una invitación, una propuesta, y también es un juego. Vemos en escena cómo chocan la literalidad de las palabras, las asociaciones posibles, las metáforas y su impacto en el aquí y ahora de la sala, de las personas del público, de lo que sucedió esa semana, ese día, del espacio mismo. La obra intenta jugar con ese paréntesis, esa suspensión en el que intentamos llevar algo adelante aún sabiendo que no pensamos exactamente lo mismo, que incluso podemos no estar entendiendo lo mismo y aún así, vamos a la construcción de algo. Algo que no sabemos exactamente qué será, pero vamos juntas.
Arcadia delimita un espacio con reglas y un código compartido y ensayado para que ahí aparezca lo inesperado. La práctica de crear espacio para que algo acontezca es una práctica sutil y un oficio laborioso, del arte y de la vida. Arcadia es una obra con muchas posibilidades, ninguna función es igual a la otra. E una obra coreografiada pero no fijada, que se abre en el aquí y ahora de cada función. Una práctica para convocar la sorpresa y el descubrimiento de aquello que no es obvio y que surge del encuentro mismo de los cuerpos en un lugar y tiempo preciso. Con la falla siempre presente, como invitada de honor. Porque no hay búsqueda posible sin la noción de que se puede fallar. Que fallar es parte de la osadía de lo mutable y de lo abierto.
Investigar el cuerpo y sus vínculos con la cultura de la que forma parte ha sido algo central de la danza moderna y contemporánea desde el siglo XX. El cuerpo como lugar donde la época vuelca sus limitaciones, mandatos, violencias y también sus posibilidades. ¿De qué manera los gestos que llenan mi rostro hablan de una época? ¿Por qué nos movemos así? Durante el siglo XXI la danza siguió su diálogo con el pensamiento contemporáneo, problematizando la idea de tiempo, de relación entre el cuerpo humano con el entorno, con los objetos, con lo no humano. La idea de cuerpo extendida en sus vínculos, contemplando todo aquello que el cuerpo afecta y con lo que es afectado. El cuerpo individual que es a la vez, siempre, un cuerpo colectivo. En Arcadia, hay objetos y humanos, y hay movimiento entre ellos, hay un público que es llamado a intervenir en un momento determinado, hay movimiento hecho con palabras que suena más a ruido que a discurso inteligible, hay una voluntad de quebrar jerarquías entre lo que se entiende y lo que no, entre lo que irrumpe y lo que se organiza, entre lo que sabemos y lo que preferiríamos no saber. ¿Cuánto caos admitimos para que se quiebren las premisas de nuestra forma de estar? ¿Por qué dejamos de jugar como manera de ensayar lo vincular?
Bárbara y Laura, se preguntan de distintas formas en sus obras por la construcción de sentido y de reunión. Por lo inesperado de los encuentros y las múltiples maneras en la que el encuentro puede suceder. Moverlo todo para poner en duda lo que creemos saber. Moverlo todo para encontrar lo que estaba oculto. Moverlo todo para practicar la imaginación y el encuentro en el movimiento. Moverlo todo para no dar por sentado lo que somos y lo que hacemos.
Quizás la utopía en Arcadia sea una práctica. Una práctica de los cuerpos transformándose y afectándose mutuamente, en relación constante. Y en reunión.