En la década del 70, cuando era chico, los putos eran tabú.
Se hacían comentarios en mi familia, siempre descalificativos.
Y donde había más putos era en la tele. En la pantalla desfilaban los putos en el closet. Osvaldo Pacheco, Migré, Atilio Marinelli, Augusto Bonardo. Y las maricas más desfachatadas que nunca hablaban de su vida privada: Perciavalle, Pinti, Gasalla, Luz, Bergara Leumann.
Con las lesbianas pasaba parecido, en mi casa se las mencionaba con un movimiento de manos para graficar una tortilla y con ese aire de lo secreto y lo innombrable. Yo no entendía bien, pero había algo oculto y fascinante de lo que quería saber siempre más.
Si bien había visto putos en la tele -o niños maricas en el barrio (que mi familia, otra vez, censuraba siempre de alguna manera)- el primer puto adulto que conocí fue un tal Noguera. Era un amigo de la familia de mi mejor amigo. Para mí era un viejo (Noguera tendría 60 años en ese entonces) y se lo veía con muchachos más jóvenes que él, en general procedentes del conurbano profundo.
Lo nombro a Noguera porque hace poco accedí a más información sobre él: que era empleado administrativo en la Municipalidad de Morón durante más de 30 años, conservador y antiperonista ferviente, aficionado a los vinos, amante del tango y el chamamé, que le gustaba mucho festejar sus cumpleaños, que de grande le pagaba los impuestos a sus vecinos a cambios de una módica suma, que se autoinvitaba a cenar y que estaba por cumplir los 79 años cuando murió en su casa de forma violenta.
Lo asesinaron.
En otro recorte de otro diario local el título es “Extraña muerte de un hombre de 78 años”. “Vinculan el crimen con una secta”. “Juan Carlos Noguera era una persona que sufría de problemas de soledad. Por eso, solía llevar a personas a vivir a su casa. Hasta hace un año residió allí una joven que a su vez trajo a su novio”.
Hay en el recorte una inscripción con birome que dice “creemos que Dios se lo llevó en la madrugada del 1 de septiembre de 1999”.
La fecha de la muerte de Noguera es aproximadamente diez años después de yo asumirme como puto bisexual, en ese orden.
Ahora me aproximo a la edad que tenía Noguera cuando lo conocí.
También en ese recorte están los nombres de las personas imputadas. Los busqué y encontré al asesino en tres cuentas de Facebook. No me animé a escribirle ni a solicitarle amistad. El asesino está libre y publica citas de Iorio y Almafuerte, además de las fotos de su familia.
No publicaré su nombre acá porque le tengo miedo a los rituales religiosos, a la muerte y al asesinato.
A la hora de pensar la obra que estrenaremos en Paraíso Club, en algún momento barajé la opción de incluir esta historia de Noguera como modo de traer la muerte de otro puto generacionalmente más cercano a Carlos Correas. La obra en ciernes se planteaba hablar de la vida y la muerte (o las muertes) de este escritor secreto y apasionante que falleció en el 2000, un año después que Juan Carlos Noguera.
Pero la síntesis ganó.
No iba a tener tiempo para derivas ni bucles autobiográficos de dudosa pertinencia.
No me quería desviar. Pero en este texto esas derivas son posibles.
El viernes de esta semana en la que escribo (hoy es sábado 4 de mayo de 2024), sucedió una entrevista en una radio porteña a uno de los amigos del presidente argentino en ejercicio e ideólogos de la llamada “batalla cultural” del gobierno nacional. Una entrevista sin putos que puedan retrucar, moneda corriente en el periodismo vernáculo en el que feminidades y disidencias quedaron en el sueño húmedo de la frustración tarada, traidora y albertista del pasado reciente.
Este personaje siniestro empezó a justificar su homoodio revoleando estadísticas sobre la salud y la expectativa de vida de la comunidad homosexual (incluyendo tasa de suicidios y uso de drogas).
No las voy a citar porque su procedencia es dudosa y tampoco tengo los elementos para oponer con otras cifras u otras abyecciones. Sus declaraciones son más una confesión de parte que otra cosa. Porque muy probablemente (y acá no hay estadísticas falopa) los putos nos morimos, nos enfermamos, somos asesinados o suicidados por esa mentalidad, esa violencia y ese odio.
Me gustaría pensar que estamos en otro tiempo, que las nuevas generaciones tendrán una vida posible en la disidencia y el deseo, que es imposible retroceder, que esto no es más que una pesadilla. Pero no.
Estamos en tiempos de esos discursos, de la negación de los crímenes de la dictadura y de su divulgación viral.
En un momento pensé que la obra que estrenaremos en junio se iba a llamar Trenes. Correas. Pantalla, una mera yuxtaposición de elementos que estarían presentes.
Pero ese título, por vago y abierto, no tardó en caer en la papelera.
En el verano escribí en una de las páginas de La operación Masotta, el libro más famoso (pero no el mejor) de Carlos Correas:
Cambié Trenes. Correas. Pantalla por “Un puto ha muerto” y luego por el definitivo Ha muerto un puto.
¿Cómo morimos los putos?
¿Solos en un departamento?
¿En el exilio interno o del otro?
¿Asesinados, como Noguera?
¿Suicidados?
¿De muerte natural?
¿En la plenitud?
¿Y qué nos rodea en el momento de nuestra muerte?
¿A quién le importa?
¿Qué dejamos en nuestros cajones, en nuestros historiales de navegación,
en nuestras obras,
en las personas que nos amaron,
en nuestros textos, en nuestro carrete de fotografías,
en nuestras cuentas bancarias?
Los putos queridos ya muertos.
Y los desconocidos.
Noguera y Correas.
¿Qué habrían pensado de la obra que vamos a hacer:
llorarían o reirían al verla,
la hubieran padecido o disfrutado,
podrían sentir que -de alguna manera- se los reconocía,
se los revelaba,
se los vengaba?
EN LA RED
AhiRa – Archivo Histórico de Revistas Argentinas
Hay en la red un sitio maravilloso que contiene archivo de todas las grandes revistas argentinas: https://ahira.com.ar/
Es casi tan sexy como leer una revista caminando a toda velocidad por el microcentro.
En AhiRa pude encontrar el número secuestrado la revista Centro de 1959 con el cuento prohibido de Carlos Correas incluido, las secuelas de la pelea a piñas de Oscar Masotta con Abelardo Castillo por sus comentarios homofóbicos (antes de que existiera esa palabra) en El escarabajo de oro, las últimas colaboraciones de Correas en El ojo mocho y hasta el homenaje que esa revista le hace a su amigo luego de su muerte, en el 2001.
Hay de todo. Es un viaje al pasado de cada unx o al futuro de quienes no se sumergieron en estas revistas en el momento de su publicación.
PARA VER
Great freedom (2021)
La segunda película de Sebastián Meise narra tres momentos en la vida de Hans (1945, 1957 y 1969) y de su relación con Viktor. Una de putos con la actuación de esa bestia -a la que no le gusta ensayar- llamada Franz Rogowski, con ecos de Bresson en Un condenado a muerte se escapa.
En Great freedom parece no haber una fracción de segundo o un milímetro de más en cada plano, encuadre o secuencia. Tiene un final que casi no voy a adelantar acá pero que sorprende por formular con audacia cómo los putos, a lo largo de la historia que nos toca, podemos salir de un encierro para meternos en otro. La pregunta parece ser en qué se parece un campo de concentración o una cárcel a un antro de esparcimiento homosexual. Sebastián Meise se pasa dos pueblos o tiene un maldito punto.
Se puede ver en MUBI y en Stremio.
RECUERDOS
Danilo Devizia (1948-2002)
Lo vi haciendo su unipersonal Espiral de fuego en un diminuto bar de San Telmo. Era 1987 y yo tenía 18 años. Estaba en primera fila, me separaban de Danilo Devizia menos de dos metros. Sentirlo actuar era volverse loco, un impacto en el cuerpo. Como después lo fue verlos actuar a Guillermo Angelelli o a Alejandro Urdapilleta. Pero ver a Danilo fue antes de eso.
Le pregunté a Susana Torres Molina sobre su trabajo con Danilo en Espiral de fuego. Con generosidad me contó que la obra estaba basada en la infancia, adolescencia y juventud del actor. Escrita y dirigida en base a cuatro meses de improvisaciones y exploración sobre la influencia en su vida de la religión, la sexualidad y la militancia. Que la habían estrenado con éxito y recursos en el teatro Olimpia (ya desaparecido), con efectos de Trentuno y música de Lito Vitale. Susana venía de hacer espectáculos grandes, como la presentación del disco Soles de Marilina Ross. Cuando fui a la función de Espiral… en San Telmo, Danilo se había cortado solo, prescindiendo de todo el andamiaje y la contención de la puesta en escena. La obra era su “caballito de batalla”, dice Susana.
Silvana Sosto, mi amiga y vecina del departamento de arriba, me contó que Danilo vivió muchas veces en ese departamento. Que cuidaba de su hija, Camila, cuando era una bebé. Otras veces se quedaba de prestado en el cuarto oscuro de un fotógrafo en O´Higgins y Manuela Pedraza. Tenía varios hogares de tránsito cuando estaba en Buenos Aires y pegaba funciones. Era de Necochea e iba de acá para allá todo el tiempo.
No daba detalles de sus amores, pero no ocultaba su homosexualidad. Era cultísimo, seductor y marica de carácter bravo. En uno de sus últimos reportajes le preguntaron por su signo zodiacal y contestó: “de Cáncer, con ascendente en sida y sol en tuberculosis.” En Youtube se puede ver que cuando ganó un ACE por Don Fausto (en la que repetía su personaje de El Diablo en Espiral de fuego) agradeció -casi sin aire- a todos y cada uno de sus compañeros de trabajo y remató diciendo: “Artistas argentinos: animémonos a volar o nos quedaremos haciendo muecas estúpidas eternamente.”
LO QUE VIENE
En junio, Paraíso estrena Ha muerto un puto, una creación en la que Gustavo Tarrío pone en escena de los textos de Carlos Correas. Correas era escritor, traductor, ensayista, profesor, prologuista, cronista. Nació en 1931 y su vida en las letras se trunca con una condena por publicaciones obscenas a raíz de su célebre cuento “La narración de la historia”, considerado el primer relato homosexual de la literatura argentina. En Ha muerto un puto aparecen algunos de sus textos ocultos o judicializados, su autobiografía y sus reseñas de actualidad (históricas, lúcidas, ácidas, políticas, ¡cómicas!) sobre el cine y la televisión de la década del 90. Nos vemos en ArtHaus.